¿Somos capaces de diferenciar un producto sostenible de otro que no lo es? ¿Tenemos la información y la formación adecuadas para poder hacerlo? ¿Un stand también puede ser un producto sostenible reconocible?

Si entre productos industriales equivalentes es complicado establecer una comparación válida del impacto ambiental causado, entre diferentes proyectos de arquitectura efímera, la tarea se convierte en una invitación a la huída. Como necesitamos comparar elementos similares entre si, podemos empezar dividiendo el stand en elementos habituales básicos: Suelo, paredes, iluminación/electricidad, soportes gráficos y mobiliario. Pero, como trataré de mostrar a continuación, esta división sólo es válida para la presentación y comparación de resultados, no para diseñar stands en base a impactos individualizados.

El Análisis de Ciclo de Vida (ACV) aporta los datos de impacto ambiental de todos los elementos presentes en cualquier producto o servicio, y es la herramienta científica básica para realizar un proyecto de ecodiseño. Utilizando programas de ACV se establecen las comparativas que permiten seleccionar las mejores opciones en cada etapa: obtención, producción, transporte, montaje, uso, desmontaje y fin de vida. En este punto es donde se debe tener una visión global para crear un proyecto de ecodiseño eficaz y no una suma de decisiones ambientales independientes, ya que todos los elementos del stand interactúan entre sí, generando unos en otros impactos ambientales que se deben prever. El profundo conocimiento del sector y de todos los detalles de cada proyecto por parte del ecodiseñador debe alertarle de los posibles efectos secundarios de las soluciones propuestas; y el apoyo del ACV integral del proyecto permite ver el impacto global generado por cada pequeño cambio.

Esta fase es la clave absoluta para lograr una mejora ambiental en cualquier nuevo producto, de hecho se estima que un 80% del impacto ambiental total de un producto se establece en la etapa de diseño. Las modificaciones bienintencionadas a lo largo del proyecto pueden suponer una reducción del impacto de ese elemento concreto pero aumentar al impacto global. Lo mejor es verlo con ejemplos:

–       El bambú es un material con un bajo impacto ambiental, pero si hay que traerlo desde Centroamérica o Asia, hay que calcular el impacto asociado a la fase de transporte y valorar el impacto real del uso de ese material en el lugar donde se va a desarrollar el proyecto.

–       El vinilo puede tener menor impacto que algunos soportes gráficos rígidos pero necesita un elemento sólido detrás con un acabado concreto para poder ser pegado en condiciones.

–       Las técnicas de unión sin elementos auxiliares, como puede ser el machihembrado, requieren un trabajo de producción (cortado de madera) con sus impactos asociados pero evitan el uso de tirafondos, del consumo eléctrico en la fase de montaje y facilitan enormemente la reutilización y la gestión de fin de vida.

Todas las soluciones que se nos puedan ocurrir en la fase de diseño tienen sus contrapartidas; el ecodiseño consiste en ponerlas en común con el objetivo de reducir el impacto total de todo el ciclo de vida del producto.

Conclusión: Los datos de los programas de ACV permiten establecer unidades de comparación entre stands como puede ser Kg de CO2 emitido por m2 de stand y una vez puestos en conocimiento de los asistentes a una feria se puede ver la mejora ambiental que aporta el ecodiseño al sector de la arquitectura efímera.